CADÁVERES EXQUISITOS. UNA LLAMADA TELEFÓNICA

Publicado en por josepgarciafernandezloscuentos

UNA LLAMADA TELEFÓNICA

 

En el despacho de Totlopot suena el teléfono. Totlopot está reunido. Es una reunión de esas que se califican de negocios. Totlopot, su plana mayor y Secrety, el único ayudante de cámara, así es como a Totlopot le gusta definirlo, en el que confía. Aquel al que le es permitido el acceso al antepenúltimo peldaño de su oscura personalidad. Suena el teléfono, y aún reuniendo toda la confianza que un hombre pueda reunir por parte de Totlopot, Secrety no osa reaccionar ante la señal sonora que emite el oído, así es como se conoce el teléfono prohibido, aquel que solo Totlopot puede aplicar a su oreja. Totlopot levanta sus doscientos kilos del trono, sin ningún gesto de disculpa hacia Juan Bigoño, el hombre enjuto al que deja con la palabra en la boca. De cualquier otro no habría tolerado el feo pero Totlopot no es cualquier otro.

 

-¿Sí?- Al otro lado de la línea le contestan los pinchos que han seguido al que camina entre los vivos.- De acuerdo. No hagáis un solo movimiento.  Seguidlo a todas partes, sin dejaros ver. – Cuelga el teléfono pero ninguno de los presentes osa preguntar qué pasa. Totlopot lo comunicará cuando lo crea oportuno y a quien lo crea oportuno. Totlopot se dirige hacia su trono y vuelve a estar en la reunión. Juan Bigoño espera una señal para continuar su informe. Hacerlo antes de recibir el beneplácito de Totlopot puede resultar inapropiado. En el momento en que Totlopot se lo permite, la voz aflautada de Juan Bigoño rompe el silencio y regala música a los sentidos de Totlopot.  Cuando termina el informe espera, como un perro, la caricia del amo. Si esta no se produce puede darse por satisfecho con no recibir un gesto de desaprobación.

 

-Correcto pero... –Totlopot se da tiempo para ver cómo tiembla la enjuta figura de Juan Bigoño. Sabe que tiene miedo pero Juan Bigoño forma parte de su organización por el férreo control de su miedo. De hecho es una especie de psicópata degenerado que únicamente le tiene miedo a él,- es mejorable, con mucho. No podemos permitirnos dejar tanta cancha a la competencia. Creo, señor Bigoño, que si la próxima vez no mejoran sus números, nos veremos obligados a prescindir de sus servicios.

 

Juan Bigoño apenas puede esbozar unas leves gracias, por su confianza. Totlopot ni le presta atención, ya está atento al informe de Alfred Molesto, el coordinador de la sección de limpieza, con este eufemismo se refería al departamento que se encargaba de que las personas que pudiesen ocasionar algún desajuste en los planes de la organización, sufriesen un desafortunado percance. El alcance del percance dependía del tamaño del desajuste. Alfred Molesto tenía un amplio repertorio con el que satisfacer las demandas de Totlopot. Este iba desde el rapto, por unas horas, de un familiar, hasta la eliminación total de la incidencia. Totlopot escucha impertérrito las atrocidades que Alfred Molesto le expone. Mientras lee, Alfred Molesto sabe que la mirada de Totlopot se clava con intensidad en su frente. Al llegar al trabajo realizado con Sonia Varga, la voz se le rompe, puede sentir la mirada fulminante de Totlopot. El trabajo había sido una chapuza. Sonia era una joven empresaria del sector alimentario. Había levantado una cadena de pre-cocinados y delicatessen. En su empresa daba trabajo a prostitutas acogidas a un plan de integración que había planificado con los servicios sociales. Algunas de las prostitutas que se habían acogido al plan pertenecían a la organización de don Galindo Riego, afiliada a las empresas del grupo Soma, regido por Totlopot. Esto había significado una pérdida de ingresos, y lo que era peor, una desafección hacia la organización. Al principio se le quiso hacer entender que no era viable la contrata de prostitutas. Luego, siguiendo la inspiración de un jefecillo con ganas de ganar méritos, se quiso introducir chicas en el plan para utilizar la organización como un medio para ampliar mercado y blanquear dinero. Para su desgracia, Sonia se percató y no quiso entender las necesidades financieras del grupo Soma. Totlopot dispuso que Sonia Varga fuese víctima de una intoxicación alimentaria. Los cálculos no fueron los correctos y hubo una intoxicación general con más de dos mil afectados, entre los que no se hallaba Sonia. Esto supuso una investigación y hubo que improvisar para que Sonia desapareciese, y con ella, todas las pruebas que implicaban a Soma. Se recurrió al típico escape de gas, en el que murieron varios amigos que querían dar una fiesta sorpresa a Sonia. Tras este otro intento fallido, Sonia pasó a tener protección policial. Hubo que sobornar a un juez para que retirase la protección, bajo el argumento de que no se podía derrochar dinero del contribuyente protegiendo a una persona de las posibles agresiones de un ex-compañero sentimental o de una empleada cabreada, que bastaba con una orden de alejamiento. Molesto se decidió por lo de la empleada, y como no tenía ninguna asesina bajo su nómina, tuvo que realizar la tarea un profesional travestido. Al grito de “Muere explotadora.” el asesino se lanzó hacia la víctima cuchillo en mano, con tan mala fortuna que se le cayó la peluca y perdió el equilibrio a causa de los zapatos de tacón, a los que no estaba acostumbrado, se dio un mal golpe en la cabeza y causó baja definitiva en la organización. Se pudieron arreglar las cosas, con un juez corrupto, para que Sonia fuese a prisión por agresión homófoba, con resultado de muerte. En la prisión creyeron que sería más fácil acabar con su víctima, pero no fue así, ya que desestimaron un recurso para que dos de los asesinos, empleados en prisión por la organización, fuesen internados en el penal de mujeres arguyendo que se sentían del sexo opuesto y que el cumplimiento de su condena entre hombres les resultaba, psicológicamente, insoportable. Molesto decidió aprovechar los vis a vis acordados entre las prisiones femeninas y masculinas pero como Sonia no acudía a estos decidieron aprovechar un vis a vis con alguien del exterior. El problema era que la pareja sentimental de Sonia había muerto en el accidente provocado por la fuga de gas, con lo que tuvieron que buscar otra vía. Desechado el cambio de sexo de un asesino profesional, se decidió contratar a una asesina, ya que Taica, la única persona que podría haber realizado el trabajo a la perfección, se negó a matar a Sonia tras franquear todas las barreras de la prisión y mirarla a los ojos. Sonia nunca supo lo cerca que Taica estuvo de ella. Remata Dondepilles ingresó en la prisión un jueves. Lo que tenía que ser un resbalón en la ducha el viernes se convirtió en una hospitalización de Remata y un aislamiento de Sonia. Desesperado, a Molesto no se le ocurrió otra que volar toda la prisión. Una brigada de asesinos infiltrados, se encargó de buscar entre el caos a Sonia, para resolver definitivamente su caso. La pelea que se originó entre un equipo de salvamento y el equipo camuflado de asesinos salió en los diarios. Sonia había dejado de existir, a un precio muy alto y poniendo en constante peligro toda la organización. Alfred Molesto lo sabía, y sabía que Totlopot no le iba a perdonar.

 

-Querido Alfred, sabemos quien es la persona que está en Venecia para proteger a los delegados. Espero que el caso se resuelva favorablemente.- Alfred empalidece. Por el modo y la cadencia con que Totlopot pronuncia las palabras sabe que la misión es poco menos que suicida. Conoce al hombre al que se refiere Totlopot con tanta parsimonia e ironía. Sabe que le ha tocado un hueso duro, la leyenda hecha carne. Su único deseo es correr, salir de aquella sala, en dónde empezaba a experimentar lo que se imaginaba que experimenta un condenado a muerte.- De no ser así, nuestra decepción será grande. Si, el hombre es ese detective al que se refieren como el fantasma.- La sentencia ha sido dictada. Alfred Molina se siente atrapado y sin escapatoria.- Por cierto, sabe que estamos allí y que le vigilamos.

 

 

 

 

 

 

 

 

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