CADÁVERES EXQUISITOS. EL DESCANSO

Publicado en por josepgarciafernandezloscuentos

El coche entra en el parking. Cuando la puerta se cierra continúa avanzando hasta el box-set. El Aston Martin aún está siendo reparado. Es el vehículo que más te gusta. Cuando lo sacaron del río, hace cuatro meses, los mecánicos preferían dejarlo para chatarra. Fue decisión tuya repararlo. Miras el coche. Querrías poder conducirlo ya, pero sabes que tendrás que esperar un tiempo. Los mecánicos son buenos, y tienen a su disposición todos los recursos de la fundación, pero el trabajo artesanal es lento y la meticulosidad requiere su tiempo. De momento conducirás el Porsche. El Rolls solo lo conduce Pi. Contemplas el resto de vehículos que hay en el parque móvil. Alguien ha utilizado el Toyota. Te diriges al ascensor privado, el que comunica directamente con tus habitaciones. No paras en ninguna de las plantas del edificio, no quieres molestar a nadie, aún es muy temprano. El ascensor se para y se abren las puertas. Te diriges a la sala de reposo. En la sala hay dos lechos, uno es el que ocupa Pi cuando se ha de encargar de tus convalecencias, el otro es una gran batería alimentada por el sol. Mientras vacías tu mente para el descanso, la batería dona a tu cuerpo toda la energía necesaria para que realice sus funciones vitales. Al acercarte a la habitación notas la presencia de Pi. La energía de este parece no tener límites. Debe de ser importante, ya que le tienes prohibido que trabaje en horas tan intempestivas. El también ha percibido tu llegada, pues te espera en la puerta, firme, imperturbable, marcial. Por un momento ves al padre, la viva imagen. Un hombre muy querido, como su abuelo, como el hijo. Le has visto nacer, crecer... y ahora te resulta imposible imaginártelo sin barba.

 

-¿Qué sucede?

 

-Nada que no pueda esperar a un descanso reparador.- Te ayuda a desvestirte - Todo está a punto. Porta ha preparado la caravana. En cuanto entres en estado de reposo emprenderán la marcha.

 

-¿A dónde?

 

-A Venecia, señor.-El cerebro se desconecta y entra en fase de descanso.

 

Pi manipula la máquina. La energía acumulada comienza a pasar al cuerpo del androide, el que en una ocasión fue humano. Pi manipula todo lo que rodea al que ya no es humano con el mismo respeto con que los antiguos sacerdotes manipulaban todo aquello que concernía a la divinidad. Pi no sabe si el no humano es divino, sólo sabe que es una criatura única cuya pérdida sería irreparable. ¿Acaso es reparable la pérdida de cualquier ser humano? De eso, de pérdidas, el que ya no es humano debería de entender, ya que su existencia se puede computar por pérdidas: negros agujeros sin fondo ni respuestas. Solo desconsuelo y soledad. Una vez que el paso de energía del acumulador al cuerpo está asegurado, desliza la plancha sobre la que descansa el cuerpo y deja libre cuatro pies con ruedas. Lleva la plancha hasta el ascensor privado. Roza en el panel la indicación de Parking. El ascensor desciende lo que había ascendido hace unos minutos. Se abren las puertas y conduce la plancha hasta un Lincoln negro con cristales ahumados. Abre el portón trasero, introduce la plancha y los pies quedan plegados. Tras asegurar la plancha se pone al volante. Conecta la radio para poner un cd de jazz. Conduce tranquilo. El asunto de Venecia es importante, todos los asuntos lo son y sabe que de nada sirven las prisas y precipitaciones. Lo aprendió de sus maestros, sus padres y el androide. No lo aprendió recitando una lección. Lo hizo como se aprenden las cosas duraderas, viviéndolo en el día a día. No recuerda un solo gesto brusco de sus padres ni de su amigo. Sabe de la dureza de las situaciones que se vivieron, situaciones que más tarde había vivido él, situaciones que aún le quedaban por vivir, situaciones que no habían roto la armonía de la convivencia. La contrariedad y el dolor siempre quedaban ocultos por la serenidad, la palabra amable y la mirada dulce del amor. Roajmon, su padre, siempre le contaba que en el momento de su nacimiento se hallaba en el cuarto de al lado luchando por su vida, el no humano, a su pesar, se hallaba ausente, intentando salvar unas vidas que Sótero había puesto deliberadamente en peligro. Dos veces estuvo a merced de su agresor, pendiente su vida del brazo de un esbirro de Sótero. En el fragor de la pelea cayeron sobre la puerta que separaba la estancia de la pelea de la de su nacimiento. La puerta se hizo añicos. Las miradas de sus padres se cruzaron. En ellas sólo había calma y amor. Su madre tranquilizó al equipo médico que la asistía. Su padre, tras doblegar al esbirro se acercó para tomar la mano de su madre y estar con ella en el momento del nacimiento. Mientras nacía, el no humano se hallaba a miles de kilómetros, con pesar de su corazón, luchando por salvar vidas, confiando en las posibilidades de su padre para proteger la vida de las personas que estimaba. Había acudido en auxilio de personas que no conocía, sabiendo que todo formaba parte de un plan de Sótero para alejarlo de su gente. Urgía quedarse y urgía partir, urgía tomar una decisión, y la decisión fue tomada sin precipitación, sopesando, evaluando, confiando y aceptando que nada es eterno y que lo que hubiera de ser, sería.

 

Pi introduce el coche en la caja del trailer. Porta le ayuda a acomodar al no humano. Cuando todo está a gusto de Porta, Pi se despide:

 

-Suerte.- Sube al Lincoln y baja del trailer. Porta se dirige a la cabina e inicia el camino a Venecia.

 

 

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