El Castigo del Viento

Hace muchos años, un montón, tantos que ya ni me acuerdo... la verdad es que aún no había nacido. Por allá por el tiempo de los antiguos. Mucho antes de los antiguos romanos y mucho antes de los antiguos egipcios, fijaros si hace tiempo, el hombre se enfrentó al reto de desplazarse sobre el agua.

 

Aunque no lo parezca se trataba de un reto como la copa de un pino, y de una gran conquista. Entendamos que no era cuestión de meterse en al agua y ya está. Era meterse en el agua y llegar a dónde el hombre quería, no a donde querían el agua o el viento. Los que conocéis la fuerza que puede tener una corriente de agua o la que puede tener el viento cuando sopla sabéis de lo que hablo.

 

El caso es que el hombre, hablo en genérico, bien pudo ser una mujer, consiguió idear un medio de transporte que propulsado por un remo o varios remos se desplazaba por el agua y, a fuerza de músculo, conseguía arribar a dónde los hombres querían.

 

No siempre era así. Neptuno, el dios del mar y Eolo, el dios de los vientos, ya se encargaban de que en alguna ocasión, algún barco tuviese serias dificultades. Ahí tenéis la historia de Ulises, que tardó cerca de veinte años en llegar a su casa desde Troya, y todo porque ofendió a Neptuno por no pedirle permiso para hacerse a la mar y hacerle un regalillo. Y Ulises llegó a su casa, que otros no lo pudieron contar. Naufragaron con sus naves y dieron con sus huesos en el fondo del mar.

 

El caso es que los hombres consiguieron su primer objetivo, navegar a remo. Pero no se conformaron y querían más. Un marinero muy listo, que observaba todo lo que sucedía en su barco, se dio cuenta de que cuando Eolo soplaba sucedían varias cosas. Si soplaba por la proa, les costaba más, mucho más remar. Sin embargo, si se le ocurría soplar por la popa, les costaba remar menos y llegaban antes a su destino.

 

El marinero pensó: “¿Y si ayudamos a Eolo? Pero ¿cómo?” Pensando en esto, un golpe de viento le arrancó el gorro de la cabeza. Como era ágil y rápido lo atrapó al vuelo y comprobó que el viento era tan fuerte que el gorro, al ofrecer cierta resistencia, casi le arrastraba. Y dijo: “Eureka”   Rápido, pidió a los marineros que se despelotasen y mandó coser las túnicas. Sacó unos troncos que transportaba y con unas cuerdas ideó la manera de sujetarlas al tronco y que opusiesen resistencia al viento. Los marineros quedaron asombrados ante la velocidad que cogió el barco y el ahorro de esfuerzo que suponía.

 

El caso es que le hicieron un monumento a aquel marinero, monumento que se perdió y quedó en el olvido con el tiempo. Pero los hombres querían más. Navegaban más rápido y con menos esfuerzo, pero siempre que Eolo soplase por la popa, o sea, con vientos portantes. Los hombres querían remontar el viento, desafiando las leyes de Eolo.

 

A alguien, un tipo corto de la azotea, se le ocurrió obtener el favor de Eolo ofreciendo un sacrifico humano. Y convenció a toda su ciudad de que matando a una mujer para ofrecérsela Eolo, obtendrían su favor.

 

Los hombres, que en muchas ocasiones se han dejado llevar por tipos sin escrúpulos y de verbo fácil, recibieron la idea como la revelación de sus vidas, y presos de una histeria colectiva se dedicaron al asesinato ritual de mujeres.

 

Como este tipo de asesinato formalizado no daba los resultados apetecidos decidieron que lo habían de intentar con el asesinato ritual de varones. Como ello tampoco dio resultado decidieron que necesitaban asesinar de manera ritual a una persona con un color de piel diferente. Y todos, como posesos, eligieron a una joven tejedora que había venido a trabajar a aquella ciudad desde un pequeño pueblo de África.

 

La joven, que de tonta no tenía un pelo, se ofreció para el sacrificio pero pidió que la dejasen tejer una tela con la que engañar al dios Eolo y poder remontar el viento. A situaciones desesperadas, medidas desesperadas. A aquella joven, le dieron dos meses para tejer la vela. ¿Por qué tejió una vela triangular es un misterio? El caso es que tejió una vela que tomó el nombre de latina Algunos sostienen que la tejió al acordarse del comportamiento de una tela que colgaba de una tienda de un jeque del desierto al ser golpeada por un viento que le venía por un lateral. Esta tela tenía forma triangular.

 

Pasados los dos meses la joven pidió que izasen la vela que había cosido y que comprobasen si el barco engañaba a Eolo. Con cierto recelo, izaron la vela y comprobaron que esta era capaz de remontar el viento. Los marineros organizaron una gran fiesta. Los ciudadanos decidieron salvar la vida de la muchacha y le encargaron más velas como aquella y encarcelaron a los partidarios de los sacrificios humanos. Había sido un pequeño triunfo de la razón sobre la superstición y la ignorancia.

 

Corre una pequeña leyenda que dice que Eolo, enfadado por la presunción de los hombres al haberlo conseguido engañar, mandó una niebla que sumió la ciudad en la oscuridad durante varios días. Cuando esta se disipó, varios marineros habían desparecido. Desde entonces corre la superstición de que cada vez que Eolo envía la niebla es para cobrarse la vida de un marinero o marinera.

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